domingo, 2 de mayo de 2010

HOMILÍA QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO PASCUAL

† Lectura del santo Evangelio

según san Juan (13, 31-33. 34-35)

Gloria a ti, Señor.

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Después de habernos relatado las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos y discípulas, la Iglesia vuelve su mirada sobre el mandamiento más importante que nos dejó Jesús. Si bien fueron muchas las cosas que encomendó a los Apóstoles y por medio de ellos a nosotros, el Señor ha querido sintetizar todo en aquello que es fundamento de cualquier otra acción, el amor.

Después que salió Judas: es en el ámbito de la última cena, cuando Judas se va para entregar a Jesús por treinta monedas de plata. Jesús lo sabía. Cualquiera de nosotros en esa situación seguramente nos pondríamos a despotricar contra Judas, buscaríamos el modo de escondernos, de buscar ayuda, de armarnos para defendernos. El Señor en cambio nos sorprende con sus palabras suaves, profundas, seguras. Palabras que van acompañadas con su ejemplo. Su discípulo, el que Él había elegido para que estuviera junto a sí, es el primero en traicionarlo y Jesús nos habla del amor!!! Él ve en la entrega la gloria de Dios. No se mira a sí mismo, sino la gloria de Dios que se cumplirá en Él.

Hijitos míos: palabras de ternura profunda, ve en los discípulos a unos niños, los trata como se trata a un niño pequeño, con ternura.

Aún estaré un poco con ustedes: la hora ha llegado, será apresado, torturado y asesinado. Pero no le preocupa eso, sino aprovechar el tiempo para dejar su enseñanza más importante.

AMENSE LOS UNOS A LOS OTROS: ¿qué es el AMOR? qué palabra tan bella y cuánto encierra en sí misma!!!! El amor es difícil de definir. En todo caso se lo puede describir por sus resultados, por sus frutos, por lo que va haciendo en nosotros. El Papa nos ha enseñado en Cáritas in veritate la diferencia que existe entre el eros (amor humano) y el Ágape (Amor divino). El amor meramente humano es egoísta, absorvente, envidioso, lujurioso, celoso, inseguro. Busca la propia satisfacción poniendo en el centro al que ama. Por eso Jesús dice COMO YO LOS HE AMADO, y ¿Cómo nos ama Jesús? hasta dar la vida. No se pone Él en el centro, sino que pone al amado, a los amados, a nosotros. Lo que nos pide no es una carga, sino un camino de sanación, de liberación, de vida. Porque el que ama como Jesús es un hombre nuevo, una mujer nueva. El que ama mirando al que tiene enfrente ama de verdad y es capaz de dar la vida. El que no es capaz de eso, en realidad no ama, no sale de sí mismo.

El amor tiene diversos grados según las relaciones. Hay personas a las que amamos afectivamente. Son aquellos que mueven nuestros sentimientos, los que nos afectan. Padres, hijos, esposos, hermanos, amigos. Por ellos sentimos algo. Pero ese amor, que es bueno y necesario no alcanza, porque seguimos estando en el centro, "amo al que me hace sentir bien". Jesús nos enseña a dar un paso más amando incluso al enemigo, a aquél por el que quizás sentimos resentimiento e incluso odio. Es un amor efectivo, que por cierto debemos aplicar a todos, a los cercanos y a los lejanos. Pero para poder amar así debemos mirar a las personas con los ojos de Jesús. ¿Qué ve Jesús en cada persona? su propia imagen. Porque en cada persona, especialmente en cada bautizado, está impreso el rostro de Jesús. Jesús nos enseña a ver lo sagrado que hay en cada ser humano, porque cada uno de nosotros tenemos "un tesoro en vasijas de barro". A veces el barro no permite que veamos el tesoro, pero el tesoro está allí. Cada hermano, cada hermana es como un sagrario viviente en donde está Jesús. Si miráramos a los demás con esos ojos, entonces podríamos amarlos como los ama Jesús.

No pensemos que para amar de ese modo debemos salir a buscar a los hermanos, no es necesario, ellos están allí, es tu hijo, tu hija, tu padre, tu madre, tu esposo, tu esposa, tu hermano, tu amigo. Esos son en primer lugar los que Jesús te puso. Con ellos tenés la ventaja de poder unir las dos clases de amor. Pero no olvides que el más importante es el que viene de Dios. Y después están las personas que cada día se cruzan en tu camino. No insultes al que te quita el lugar en la cola o hace una maniobra incorrecta con su vehículo, rezá por él, deseale el bien. Pedile a Dios que cambie. Tené compasión del que se equivoca. Aprendé a perdonar. Pedí perdón si te equivocás. No hieras la confianza ni los sentimientos. Cumplí con tus compromisos.

Como decía antes, el amor cura todo. Cuando uno es amado se siente seguro, valorado, estimado. Descubre el valor de las pequeñas cosas. Cuando uno ama de verdad, se siente libre, responsable, alegre, importante. El Amor todo lo puede.

Esto parece un ideal irrealizable, pero si el Señor lo manda, habiéndolo cumplido en su propia carne, es posible, porque "nada es imposible para Dios". Si te cuesta ponerlo en práctica, pedíselo a Él: "Jesús enséñame a amar como Vos nos amas".

Si se aman de ese modo serán mis testigos: no nos dejemos arrastrar por el mundo. Hay muchas personas que todavía tienen un pie en el mundo, se dejan atraer por las cosas del mundo y ponen en un segundo plano las cosas de Dios. Son los que aún no están convencidos de pertenecer al Reino de Jesús. Son esos que dicen creer y amar y hasta hablan de Dios y le rezan, pero a la hora de elegir terminan eligiendo por el mundo. Aman al mundo, se aman a sí mismos más que a Dios y al prójimo y por lo tanto su testimonio no sirve.

Somos instrumentos del amor de Dios para los demás. Y los demás no necesitan de nuestras migajas, sino del amor que recibimos para dar.